El hambre selectiva

A la verdad que en este mundo vivimos vidas bien desbalanceadas.  Ya con los aviones las distancias se hacen mínimas, podemos estar en cualquier parte del planeta en unas cuantas horas, y aún así parecería que vivimos en mundos totalmente distintos.  La cuestión de la distribución desigual de la comida es algo que me afecta mucho.

Vivimos en una sociedad en que la comida es de fácil obtención, se ha glorificado y se le ha dado un valor desmesurado.  Se le ha perdido el respeto a lo que es el alimento y lo que implica tenerlo.  Tenemos para escoger.  Vas a un supermercado y hay góndola tras góndola llena de alimentos.  Alimentos con fecha de expiración que se desperdician si no se compran.  La alimentación pasa de ser una necesidad a un lujo.  Salir a comer se ha convertido en una práctica de nuestro diario vivir, en una actividad social.  Vas a un restaurante y pagas el triple de lo que te cuesta confeccionarlo en tu casa. 


El colmo es este postrecito de mantecado.  ¿Su valor?  $1,000.00.  Se llama Grand Opulence, está hecho con oro de 23 quilates, entre otras cosas.  Como dirían mis amigas: ¿Qué, qué?  ¿Qué cómo?  ¡Qué barbaridad!

La razón por la cual nos alimentamos (sobrevivir) pasa a un segundo plano, porque la comida siempre está ahí.  La pregunta se convierte en: “¿Qué quiero comer hoy?”


De este lado hay que convencer a los niños de comer, mientras que en otras partes del mundo no tienen de que comer.  Se les busca la vuelta y se les enseña que pueden escoger y rechazar ciertos alimentos.  Se les premia o se les castiga con los mismos, mientras que otros darían lo que fuera por ese pedazo de brócoli que estos se dan el lujo de escupir. 

Me repugnan los comerciales en que los niños les exigen a los padres cierta comida, o que te enseñan maneras de “lograr que tu hijo se coma tal cosa”.  A los padres los proyectan como esclavos que únicamente existen para complacer a estos pilas de mierda. (Perdonando la expresión)

Claro está que los niños no tienen la culpa, si tuvieron la dicha de nacer en un hogar donde reciben alimento todos los días y pueden escoger que comerse, no hay que castigarlos porque haya personas en otras partes que no tienen alimento, pero sí podemos hacerlos conscientes de que estas personas existen y enseñarlos a apreciar lo que tienen.

Los comerciales dirigidos a la obtención de alimentos siempre van a existir, se llama mercadeo, y responden a los intereses económicos de otros, eso no va a cambiar.  Lo único que podemos hacer es cambiar la manera en que evaluamos los mismos.

Yo vivo en esta sociedad, yo escojo lo que me como todos los días, yo gasto en comida en la calle, tampoco soy la solución al problema, pero no deja de afectarme.  El mundo es uno solo y las riquezas vienen y van, esto es lo que se les olvida a unos cuantos.  Hoy tienes todo, pero mañana puede ser que te encuentres en fila para que te regalen un plato de comida.


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