"Remember when..."


Esta foto no solamente me causó muchísima risa, sino que me trajo un tsunami de recuerdos.

En una época en que los programas de televisión no los repetían y las películas se tardaban casi un año en salir en video después de que las daban en el cine, las visitas al video club eran maravillosas.

El primer video club que recuerdo era uno al lado de un supermercado por casa.  Siempre que parábamos a hacer compra, guardaba la esperanza de que también entráramos a alquilar una película.  Era uno de esos video clubs criollos, con las cajitas transparentes que tenían una sola copia de cada película y estaba tan gastada que cuando la venías a ver te salía dañada.  Era la época en que te llamaban por teléfono a decirte que había llegado la película que estabas esperando y te la guardaban.

Después llegó Blockbuster and that was some fancy shit, con sus tarjetas de membrecía y las cajitas uniformes con el nombre de la película impreso en el borde.  El lado oscuro de esto era que a veces te llevabas una película dejándote llevar por lo que decía la caja y cuando llegabas a tu casa, y estabas listo para sentarte a verla, la película que estaba adentro era otra. 

Intentar encontrar un estreno era una misión.  Uno iba con la falsa esperanza de que -porque eras tú- la película iba a estar para ti.  La localizabas, ya desde lejos te percatabas de que no quedaban copias para alquiler, pero a pesar de que sabías que no había nada detrás de las cajas, virabas todas y cada una de todos modos, por si por algún milagro la fueses a encontrar camuflajeada esperando por ti.  Después de esta decepción lo último que quedaba era el intento desesperado de ir al counter de devoluciones a ver si por casualidad alguien había devuelto esa película en los últimos 15 minutos.  Lo cual tampoco era fácil, porque siempre había uno o dos señores en t-shirt y chanclas allí esperando para ser los primeros en coger la película. 

Cuando era más chiquita, llevaba a mami por el camino de la amargura alquilando las mismas películas una y otra vez (My Little Ponies, Care Bears y la serie de los Popples).  Para resolver este asunto -cuando todavía se podía- mami se encargó de grabarme todas esas películas en Disney Channel.  ¡Tan malo cuando por error le grababan por encima a alguna!

Jamás se me va a olvidar el terror que me daba pasar por la góndola de horror y ver todas esas carátulas con demonios y sangre.  Es más, al día de hoy tampoco me agrada cuando me sale una cosa de esas en Netflix.

Era bien bueno cuando en la escuela te mandaban a ver una película para alguna clase y había que salir corriendo a alquilarla antes de que llegara otro, porque casi todo el mundo iba al mismo video club.  Y cuando tu hermano y tu alquilaban cosas distintas, había que hacer turno a ver qué película se veía primero, porque había un solo VCR. 

Ver películas con un deadline era cosa seria.  Ni les cuento cuántas películas vi dándole fast forward porque en par de minutos había que salir a devolverla y devolverla tarde, y tener que pagar recargo era devastador.

Y ni hablar del pánico cuando cambiaron de VHS a DVD.  Primero te ponían una o dos copias de la película en DVD, y todo el mundo pensaba que era una comemierdería que no iba a pegar, pero poco a poco fueron reemplazando los VHS hasta que sólo quedaba una copia en ese formato y tú todavía no tenías un DVD.

Todas estas cosas irán quedando en el olvido, le sonarán arcaicas e incomprensibles a los niños que a los 6 meses saben usar un Smartphone y pensarán que estamos perdiendo la mente cuando seamos ancianos e intentemos explicárselo, pero quizás el saber que nunca volverá es lo que hace el recuerdo tan especial.

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