Ante la pandemia, ¿qué es un derecho?

 

Durante este período de cuarentena en el cual nuestras vidas se pusieron on hold, en el que vimos tantas cosas que creíamos haber logrado irse de nuestras manos, trabajos, relaciones, oportunidades, nuevos comienzos, una de las cosas que más me sorprendió fue ver cómo las personas insisten en que, el no poder llevar a cabo ciertas actividades cotidianas es una violación de sus derechos. Actividades tales como, cumpleaños, graduaciones, bodas, hacerse el pelo, hacerse las uñas, salir a comer, irse de vacaciones.

Newsflash no tenemos “derecho” a llevar a cabo ninguna de estas actividades. Éstas no son más que ritos, tradiciones y costumbres impuestos por la sociedad en la que nos tocó vivir. Nuestros únicos derechos son a tener alimento, techo y acceso a salud. That’s it! Lo demás es un bono. Lo peor de todo es ver cómo tantos están dispuestos a arriesgar su salud, la de su familia y otros, por insistir en que estas cosas hay que hacerlas.

Estamos tan acostumbrados a que nos merecemos todo y a salirnos con la nuestra, que cuando suceden cosas que nos quitan la percepción de control, es un shock al sistema.

Cuando el Huracán María el lloriqueo era que no se conseguían árboles de Navidad y/o no había electricidad pa’ prender las bombillas. Boo hoo! Poner árbol no es ni derecho, ni necesidad. Que si, “por los niños”. Mire, los niños no sabrían lo que es una celebración de Navidad, si usted no se lo hubiese enseñado, así que si se enchisman por no tener árbol es porque usted mismo le metió en la cabeza que es algo “necesario”.  Aproveche el momento para enseñarle que no lo es; es más, que es un privilegio tenerlo.

Durante el periodo de cuarentena escuché quejas tan absurdas como “No cogen el teléfono en La Hacienda” “Tengo hambre y no están haciendo deliveries” “¡Estoy cansada de desinfectar compra!” (Respiro profundo) Al menos tienes con qué hacer compra, ¿no?

Ante la preocupación de quién va a cuidar a los niños si las escuelas no reabren, está quien dice: “Pues que se ajusten en los hogares, ambos padres no tienen que ir a trabajar. Hay cosas más importantes que el dinero”. (Respiro profundo) En la mayoría de los hogares se necesitan los dos sueldos; y no, no es por avaricia, es que, si no, no les da. Y mi favorita… “Para eso están las ayudas”. (Respiro profundo) Claro, claro, porque el desempleo ha sido extremadamente accesible para todos.

Opto por achacárselo a la (imperdonable) ignorancia y falta de exposición a lo que es verdadera necesidad. Demás está decir que he tenido que hacer un esfuerzo inmenso por no explotar y echarme de enemiga a muchas personas.

Por otro lado, esa mentalidad de que los niños “se van a atrasar” si siguen perdiendo días de escuela, es absurda. El año escolar es un constructo social, nadie “se va a atrasar”. El que por el último siglo los niños hayan entrado a Kinder a los 5 años y se hayan graduado de high school a los 18, no significa que si no sucede así van a quedar rezagados para siempre. Esto es sólo una forma de hacer las cosas. Los niños de edad escolar que les tocó vivir esta pandemia van a aprender ciertas cosas más tarde y, mientras tanto, van a aprender otras cosas muy valiosas, que no hubiesen aprendido en otro momento.

Además de que – y aquí me van a caer chinches – lo que se aprende en la escuela es lo que en algún momento un grupo de personas decidieron era esencial y no necesariamente lo que se debería estar enseñando. La botella se la pueden aprender en cualquier momento. Nadie se va a “atrasar” por no leer El Quijote este año.

Nos han metido tanto en la cabeza que nos lo merecemos todo y que la vida sólo tiene valor cuando logramos conseguir o hacer tal más cual cosa, que cuando algo cambia, hacemos una perreta, como nene chiquito que le están negando un dulce.  Y no es 100% culpa nuestra, es lo que nos han inculcado; pero me gustaría pensar que, aunque estemos programados de cierta forma, somos adultos pensantes con la capacidad de discernir, y entender que las cosas no son como antes, y que el mundo no se acaba porque nos tengamos que sacrificar un poco.

Así que, la próxima vez que se quiera quejar porque no puede hacer algo banal a causa de la pandemia, piense en los que no tienen dónde guarecerse porque los terremotos los dejaron sin casa, los que todavía viven bajo un toldo, los que están pasando la cuarentena incómodos compartiendo un espacio pequeño con un familión, los que están encerrados con un padre o pareja abusador, los que se quedaron sin empleo, los que -para colmo- les empezaron a racionar el agua y, a su vez, les subió el costo en el consumo y en todas las personas que no han podido acompañar a un ser querido en sus últimos momentos de vida.

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