Caminando sobre cascarones

Walking on eggshells es una frase Americana que se utiliza cuando uno no se atreve a hacer o decir nada en ciertas situaciones por miedo a, en buen puertorriqueño, meter las patas.  Es como si estuvieras caminando sobre cascarones de huevo, con suma cautela, con miedo de pisar fuerte y romper uno.

Muchas veces pasamos por la vida queriendo ser los más diplomáticos, tratando con las personas de cierto modo dependiendo de cómo sabemos que es cada cual.  Uno dice: “A tal persona no le puedo decir tal cosa porque se ofende”.  En la mayoría de los casos aprendemos esto a la mala, como resultado de ataques o reacciones adversas que nos tornan, hasta cierto punto, más miedosos.

Pero la gran mayoría del tiempo los demás no tienen esa misma consideración para con uno.  Las personas son como son y no le piden disculpas a nadie por ser ellos.  Sin embargo, no pierden la oportunidad en juzgar a los demás por ser como son.  Todo el mundo cree tener la verdad en sus manos y se justifican en sus actos simplemente diciendo: “Es que yo soy así”.  Pero cuando uno usa la misma lógica no se lo aceptan.

¿Por qué tengo que justificar mi manera de ser y pensar?  ¿Por qué tengo que amoldarme a lo que los demás esperan cuando los demás no lo hacen?  Yo nunca le he cuestionado a nadie por qué son, piensan o hacen.  No es mi naturaleza.  ¿Por qué entonces me lo exigen a mí?  Quizás porque desde un principio, por querer ser la más sumisa, les di a entender que podían hacerlo. 

El problema con limitarse tanto es que llega un punto en que te vas a dar cuenta de que has estado perdiendo el tiempo evitando crear discordias, porque los demás siguen siendo como son y en el proceso de evitar un mal entendido la gran mayoría de las veces lo que haces es crear otro.

¿Cuántas veces no nos rompemos la cabeza pensando en algo que dijimos o hicimos que no fue bien recibido?  Nos castigamos y nos torturamos por algo que ya no tiene marcha atrás.  Lo triste del caso es que un 99% del tiempo el otro lo supera.  La lógica te dice que así será, pero hasta que no sale de la boca del otro que ya lo superó no logramos perdonarnos.

La gente nunca va a estar 100% satisfecha.  No podemos andar por la vida tratando de caerle bien a todo el mundo y de no ofender a nadie porque es imposible.  A fin de cuentas quienes nos hacemos daño somos nosotros mismos porque nadie va a apreciar el esfuerzo.  No digo que andemos por la vida maltratando a los demás, pero tampoco podemos andar torturándonos por ofenderlos.

Se supone que aquellos con los que decidimos compartir nuestras vidas estén ahí para escuchar a uno, decirte cuando lo haces mal, celebrarte cuando lo haces bien y dar consejo cuando lo pides.  Pero, más que nada, para apoyarte y quererte tal como eres. Porque de eso se trata, ¿no?, de apreciar nuestras diferencias, si no fuera así andaríamos solos por la vida.  Pero hay veces que no comprenden esto y que, inconscientemente, te atacan por no ser lo que ellos esperan que seas y por no actuar como esperan que actúes.

La única solución a este conflicto es decir: “Así soy” y no romperse la cabeza mucho con lo que opinen los demás.  Como me dijo mi papá el otro día: “Uno no es lo que los demás creen que uno es, uno no es lo que uno cree que es, uno es lo que es”.

A las personas hay que aceptarlas con sus defectos y sus virtudes, y no podemos simplemente echarlas a un lado porque no actúan como pretendemos que lo hagan.  Hay una diferencia bien grande entre echar a alguien a un lado porque su manera de ser resulta dañina y otra es que su manera de ser simplemente sea diferente a la tuya. Que yo sepa no existen dos seres iguales.

Antes de atacar a alguien u ofenderlo porque no son como ustedes quieren que sean, piénsenlo bien.  Piensen en que ustedes mismos en algún momento pudieron haber hecho o dicho algo que esas personas que hoy ustedes juzgan se lo aceptaron, o se lo dejaron pasar, porque las quieren y las aprecian tal como son.


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