Damas en el baño


Me da mucha risa lo que sucede en los baños de las mujeres.

Ya sea en un restaurante, una discoteca, una boda o un lounge, los baños se convierten en tierra neutral donde todas somos amigas.  Parecieran ser el lugar donde las mujeres olvidan la competencia que pueda existir más allá de sus puertas.

Ahí nos hablamos, nos ofrecemos papel, nos decimos que nos vemos bien, nos ofrecemos lápiz labial (ew¡), nos hacemos espacio para que una se arregle mientras la otra se lava las manos,  (si es que se lava las manos), le aguantamos la puerta a extrañas mientras orinan y nos damos las gracias efusivamente.

Incluso, tenemos conversaciones privadas en cuestión de segundos.  Discutimos nuestra ropa, nuestro pelo, y compartimos nuestras inseguridades acerca de cómo nos vemos.  Luego, con un buen halón del vestido, salimos con la frente en alto y el cuello estirado a darle cara al mundo, como si nada hubiese pasado.

El resto de la velada no haremos contacto visual ni con la que te pidió papel por debajo de la puerta, la que te encontró los zapatos bonitos, ni con la que se quejó de que ese día la pollina no le quería coger para ningún lado.

Retornamos a ser enemigas.  Competidoras en una arena donde hay pocas reses.  Donde los elogios se convierten en críticas y las quejas en puntos débiles.

¿Y todavía se preguntan por qué las mujeres nos tardamos tanto en el baño?

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