Por Ella

Ayer me tocó vivir una de las peores experiencias de mi vida.  Regresando a casa de noche, por una avenida de dos carriles, me percato de que hay una perrita pequeñita, sucia y asustada cruzando de lado a lado.

Yo inmediatamente frené y veo que otro carro hace lo mismo, pero, como era de esperarse, los que venían atrás nos estaban tocando bocina para que nos moviéramos.  Así estuvimos el otro carro y yo moviéndonos poco a poco, intentando coger a la criatura.  

Finalmente hablo con el muchacho y me dice que no es de él, pero que lleva rato detrás de ella intentando sacarla de allí. 

No pasaron ni 30 segundos cuando un hijo de la gran puta pasó a las millas y a propósito, porque tenía espacio para esquivarla, se llevó a la perrita enredá. 

Lo peor de todo fue que cuando nos acercamos a ella estaba viva. Estaba sangrando y no podíamos hacer nada. Nos quedamos con ella esperando a ver si expiraba. La sobé y la acaricié, intenté darle amor y dejarle saber que no todos somos malos, que al menos por unos segundos alguien se preocupó por ella. 

Estaba sucia, por el tamaño se sus tetitas, claramente había parido en algún momento de su vida.  Con toda probabilidad la soltaron por allí con el propósito de salir de ella y ahorrarse el donativo que hay que hacer en el refugio cuando se dejan dignamente. 

El muchacho, Isaac, cuyo nombre supe al final, se la llevó con él, para que no muriera allí tirada. 

Tengo el corazón roto. Todavía siento su cuerpesito y puedo oler su sangre.  Veo sus ojos vacíos y le ruego a Dios que ya esté con él. 

En este país hay mucha gente mala. Demasiada.  Ni una sola persona se paró a ver si necesitábamos ayuda. Al contrario, estaban molestos porque estábamos ahí parados. 

Yo no puedo creer que tras de que no aportan nada, dañen, maten, hieran. Son como cucarachas y son los que lo van a heredar todo cuando esto se acabe.