Once you pop, you can't stop!
¡Hablo de viajar! ¿Qué pensaban ustedes?
Recientemente he descubierto que no hay nada como la sensación de viajar. Por muchos años dejé de hacerlo por distintas razones, pero la partida de amistades fuera de Puerto Rico me impulsó a visitarlas y conocer los lugares donde viven. El problema es que una vez le coges el gustito… ¡no puedes parar!
La condición de isla nos hace más propensos a querer viajar y explorar territorio más grande, ver todo aquello que hemos aprendido en la escuela, hemos leído en libros, hemos visto en películas y en la televisión. En varias ocasiones me han comentado puertorriqueños que se les hace un poco difícil explicar qué somos. Mientras otros vienen de países grandes y definidos, nosotros venimos de una isla territorio de los Estados Unidos. Creo que esto nos impulsa inconscientemente a querer ver que hay más allá y a buscar más cosas con las cuales identificarnos.
De verdad que viajar es un privilegio.
Cuando era niña, mi parte favorita de viajar era montarme en el avión, hasta que me tocó volar en una avioneta en medio de una tormenta eléctrica. Después de eso le cogí pánico, lloraba días antes de montarme en un avión, durante y después (pregúntenle a los valientes que les tocó viajar conmigo), perdí la oportunidad de visitar amistades que estaban de intercambio en Europa y otros lugares, y hasta de irme por mi cuenta. Claro está que tampoco tenía el dinero para ir, pero de no haber estado paralizada por el miedo, hubiese encontrado la manera.
Admito que me arrepiento de vez en cuando, pero no hay tal cosa como tiempo perdido, el tiempo es lo que uno lo hace y éste es mi momento.
En la vida todo son etapas, mientras más edad, más conocimientos y más inquietudes, dejamos de creer lo que nos dicen y comenzamos a crear criterio propio. Una vez terminamos lo que nos propusimos, ya sea estudios y/o trabajo, mientras unos están echando raíces, otros buscamos qué más hay. Más si no estamos atados a nadie, éste es el momento para salir a vivir.
Llega un punto que no hay mucho más que ver en donde estamos, así que buscamos diversión en otros lugares. Lo que uno quiere es irse lejos, lejos, lejos y se convierte en el escape perfecto, especialmente cuando las cosas no andan bien. Los miedos se van por la ventana y no hay quien te haga quedarte.
Yo empecé poco a poco, un viajesito de la universidad a N.Y.C., visitando a una amiga en Orlando, después una en Boston, luego otra en D.C. y he ido conociendo ciudades de un modo totalmente distinto. No hago más que bajarme de un avión y ya estoy planeando montarme en el próximo.
“A veces [una amiga] decía: “I’m getting the travel bug”,
como si fuese una infección, [una] enfermedad, que eran esas ansias
de coger las maletas e irte.” - Torres-Llenza
como si fuese una infección, [una] enfermedad, que eran esas ansias
de coger las maletas e irte.” - Torres-Llenza
Además de los placeres obvios de viajar, tales como deleitar el paladar con comidas típicas, cervezas, vinos y ni hablemos de alimentar la pupila, (los hombres de otros países siempre se ven más interesantes), algunos lugares te hacen apreciar lo que tienes mientras otros lo que te dan ganas es de salir huyendo. Hay lugares que abren los ojos a otros estilos de vida que uno quizás imaginó, pero no pensó posibles y te das cuenta de que no tienes por qué conformarte.
Viajar solo es otra cosa. Aunque no sea solo, solo, aunque sea a encontrarse con alguien en el destino final, igual te da una sensación de libertad. Por más absurdo que suene, esas horitas incómodas en un avión, donde uno no tiene nada más que hacer más que esperar, son maravillosas. Es como estar suspendido en el tiempo, no tienes que hacer nada, no puedes hablar con nadie y nadie puede esperar que hagas nada porque no puedes. Lo único que te queda hacer es mirar por la ventana y disfrutar de una de las vistas más impresionantes que existen.
Por el momento pienso seguir viviendo mi vida y seguir explorando. Los invito a que si tienen la oportunidad (sin embrollarse) hagan lo mismo. Vayan a donde gusten y si les gustó, vayan 3 veces más. Sea Disney World o sea Europa, si les trae felicidad, háganlo. Por mi parte todavía no cruzo el Atlántico, pero algún día, cuando me toque, lo haré.
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