¡Qué difícil es ser alcohólico!
A la verdad que en esta vida decir que no estás
bebiendo es peor que decir que eres un ex convicto.
Lo cierto es que cuando uno sale a “janguear” la mitad
del fun es darse el palito. Eso lo sabemos todos. Pero hay veces que por la razón que sea uno
no puede beber y punto. En mi caso, un
90% del tiempo es por elección.
Me explico. Mi
mejor amiga y yo tenemos un pacto, por así llamarlo, una semana una guía y no
bebe, y la próxima semana intercambiamos lugares. Sencillo.
Aunque al principio fue medio chocante la idea de salir y parar de beber después
del primer trago, la lógica pudo más que el deseo.
Un palito puede hacer la diferencia entre la vida y la
muerte. Suficiente batallar en la
carretera con los borrachos, los que van texteando y los que van texteando
borrachos como para añadirme yo a la ecuación.
El problema es que nadie más entiende.
Cuando digo que esa noche no estoy bebiendo la
reacción siempre es de asombro y negación.
“¿Pero por qué?” “Pero date uno, si eso no es na’”.
“No puedo. Estoy
guiando”.
“Pues, yo también”.
“Mi amigo y yo hacemos lo mismo. Él bebe hoy y yo bebo más”.
…
Ha.
Lo que más me molesta es que después de que les dices
que no 100 veces, llegan a donde ti con el jodio palo. O, peor aún, con un shot. Entonces, empieza la
segunda etapa: Negar el trago.
Incomodísimo. Inevitablemente te
sientes mal, porque esta persona pagó por un trago que se va a perder. ¡Pero centella! ¡Si te dije que no iba a beber!
Ya los que nos conocen saben el drill, pero los que no, nos hacen la vida cuadritos.
De verdad que entiendo por qué a los alcohólicos que
quieren recuperarse les dicen que tienen que alejarse de las amistades y evitar
frecuentar barras. Si es que por más
fuerza de voluntad que tengan siempre va a venir algún morón a querer
convencerlo de lo contrario.
No sé porqué insistimos en hacer cosas que nos pueden
causar daño. Mas no tan solo nos hacemos daño a nosotros mismos, sino que nos queremos llevar enreda’os a los demás. Por mi parte seguiré diciendo que no el día
que me toca y que sí el día que no, y al que no le guste, que no me hable.
Eso se llama fuerza de voluntad...
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